El Regreso..
De los tipos de amor que he conocido, este sin duda se lleva el premio.
Porque uno pensaría que, con tanta experiencia y tanto trancaso, ya habría aprendido…
pero no.
Llegó él —el perfecto vendedor de sueños—.
De esos que aparecen como el típico: “para eso trabajo, me lo merezco”.
El amor como una compra compulsiva del mes.
Era, para aclarar mi metáfora, una finca con vicios ocultos.
Llegó como ese bolso de Chanel o Louis Vuitton que te roba el aliento,
y cuando lo miras bien… es Temu.
(Sin ofender, porque amo Shein y Temu,
pero así de triste fue la historia).
Lo conocí una tarde. Me mandaron a buscarlo, y al verlo me sorprendió:
educado, dulce, de buen porte, niño de cuna.
El muy caballero, como era de esperarse, me brindó el servicio y la sonrisa.
A los días, de tanto hablar, pasamos a una copa.
De una copa a una salida más formal,
y de ahí, a una relación de cuento.
Era mi Christian Grey de barrio.
Me abría la puerta, me jalaba la silla, me iba a buscar.
Flores cada semana, palabras dulces…
De no creerse.
Después de tipos agresivos, poco educados e inseguros,
pensé que la vida me estaba premiando.
Pero no era premio, era lección.
Con el tiempo volví a lo mismo:
a esa costumbre que tantas mujeres repetimos.
Maternizar al hombre.
Y hay que aislar esta palabra, porque es una cabronada que hacemos nosotras mismas:
les damos comodidad, los cubrimos, los salvamos,
y creemos que tenemos el control.
Pero no.
Nos convertimos en las madres emocionales del hombre que decimos amar,
y ahí se nos va el poder.
Yo empecé a resolverle todo.
A seguirle el paso.
Y al final, me quedé viendo un chispero.
Me engañó.
No solo de cuerpo, sino de mente.
Me hizo creer en el cambio, en que podía esperar “más”.
Y sí, encontré más:
más deudas, más lágrimas, más rabia.
Como dijo Shakira, me dejó llena de deudas, y la Clara Chía andaba en mi coche y comía de mi comida.
Así fue, cosas que pasan en la vida ,lo deje vivir de mi.
El caballero de armadura dorada se convirtió en sapo.
Y entre los escombros de la historia, apareció ella: la amante.
La odié, claro.
La odié con esa mezcla de furia y tristeza que solo entiende quien ha sido traicionada.
Porque no contenta con quedarse con lo que no era suyo,
me torturó por meses.
No podia comprender como alguien podia satisfacerse en humillar a otro y menos rebajarse a jugar un juego en el que tambien era un juguete.
Hasta que entendí.
Ella no solo traicionó a otra mujer,
se traicionó a sí misma.
Fue ella quien me escribió,
quien me envió cada recuerdo, cada mensaje,
como queriendo confesar su culpa.
Por supuesto;dolida al darse cuenta que habia estado en el estante de las promociones y ni asi la habian elegido , puso la baraja en la mesa y ventilo toda su hermosa historia de amor,habia un buffet de evidencias y en ese momento yo solo podia pensar que eramos dos mujeres que habiamos comprado el mismo espejismo.
Cuando el galán de novela se vio descubierto, su respuesta me mató:
“Uno promete lo que sea con tal de llevarlas a la cama.”
Y ahí lo entendí, por meses habia estado aceptando migajas en su cama, su casa y su historia.
Lo preferí a él antes que a mí.
Le permití influir más de lo que merecía,
porque su brillo me cegó para ver sus grietas.
Pero aprendí.
Aprendí a decir:
No quiero.
No puedo.
No lo voy a hacer.
No estoy de acuerdo.
No me gusta.
Aprendí a escucharme más.
Él —como muchos, no todos—
solo era el reflejo de lo que la sociedad llama “hombre”.
Pero no era hombre, era hombresillo.
Porque los hombres-hombres son palabra,
honestos, valientes, enfocados.
Los hombresillos son lloricas, inseguros, egoístas,
incapaces de sostener lo que conquistan.
Y yo, una mujer entera,
ya no estoy para criar mitades.
1️⃣ Escribe los momentos en que elegiste a alguien por encima de ti.
2️⃣ Frente a cada uno, escribe: “Hoy me elijo.”
3️⃣ Dobla el papel, guárdalo bajo una vela blanca y di:
“Renuncio al amor que me apaga.
Me abrazo completa, sin rebajas.” ✨
A veces el amor no nos rompe,
solo nos desnuda.
Nos muestra las grietas que negamos,
nos obliga a ver lo que ya sabíamos.
Y en esa verdad dolorosa,
aprendemos a amarnos mejor.
Porque cada desengaño, bien mirado,
es solo el alma diciendo:
“Ya no quiero sobrevivir, quiero vivir.” 💛
Me encantó este episodio habla tanto de las realidades que viven las mujeres incluso hasta hombres pero negamos mencionar ante la sociedad con tal que no ser juzgados
ResponderEliminarBesos y abrazos