El Regreso..


 

💍 EL REGRESO DESPUÉS DEL “SÍ, QUIERO”

Domingo Sensorial — Casa Weste

Pasadas las maravillosas vacaciones en España y cumplido el sueño de una boda de ensueño, comienza la verdadera historia: el matrimonio.
Esa parte que nadie te enseña, donde los días ya no huelen a flores de boda ni a luna de miel, sino a café temprano, cuentas por pagar, ropa húmeda en la lavadora y silencios compartidos.
Donde el amor empieza a medirse no en promesas, sino en paciencia.

Vivir con alguien no es sencillo.
Dos mundos distintos intentando bailar al mismo compás.
Manías, gustos, convicciones, hábitos, formas de amar. Dos personas criadas bajo soles distintos intentando compartir un mismo cielo.
Y si a eso le sumamos países diferentes, edades, costumbres, e incluso idiomas —porque aunque ambos hablemos español, el castellano y el tico no son lo mismo—, el reto se multiplica.
La convivencia se convierte en un arte delicado: encontrar belleza en lo cotidiano, humor en las diferencias, refugio en el caos.

En nuestro caso, no hay hijos que distraigan ni dividan la atención. Compartimos el trabajo, el entrenamiento, el regreso a casa, el cansancio y hasta las risas.
Y sí, puede llegar a ser monótono si no se gestiona con amor, si no se riega con momentos sencillos pero llenos de alma.

Yo soy vieja guardia. De esas que creen que el espacio personal es lujo, no existe el tal respiro.
Pero en mi matrimonio, compartimos todo… excepto los turnos del baño.
Y aun así, entre tanta cercanía, he aprendido que la verdadera intimidad no se mide en metros, sino en respeto y presencia.
En saber cuándo callar, cuándo reír, cuándo abrazar sin preguntar.

Nuestro retorno a República Dominicana fue eso: dos recién casados tratando de sostener el ritmo mientras el duelo me quemaba por dentro.
La muerte de mi madre había dejado un eco imposible de silenciar.
Escuchaba sus audios, veía sus videos, hablaba de ella en presente, como si con eso pudiera evitar que se marchara del todo.
Hasta que el llanto me alcanzaba de golpe, sin permiso.
Pastillas para dormir, desgano, mal humor.
Al inicio de un matrimonio, eso pesa. Mucho.
Y aun así, él se quedó. Con paciencia. Con amor de esos que no hacen ruido.

Y no era el único dolor. También estaba el cuerpo.
Después de años de entrenamiento, la piel colgaba como si el tiempo se hubiese derretido sobre mí.
Mis senos, deformados por calcificaciones benignas, eran una herida más al espejo.
Y entonces, llegó mi cumpleaños… y con él, su regalo: el costo para operarme.
No por vanidad, sino por devolverme la confianza, por decirme sin palabras te mereces sentirte bien en tu piel.
Ese gesto me devolvió la ilusión.

Ahí entendí algo que no se aprende en ninguna boda:
el amor real no es solo pasión, es complicidad en las sombras.
Es quien te ve frágil y no retrocede.
Quien carga tus miedos y los convierte en proyectos, quien ve tu caos y lo abraza como si fuera parte del hogar.

Cuando me conquistó, me dijo: “Quiero compartir tu vida”.
Yo, incrédula, le respondí: “¿Pero qué parte de mi vida?”.
Y él, sin dudar, contestó: “Toda tu vida”.
Y así fue.
Entró.
Se hizo cargo.
Tomó mis problemas, mis carencias, mis miedos, mi historia entera.
Y con ternura de hombre que labra la tierra, cultiva lo que soy.
A veces llueve, otras arde el sol, pero él sigue ahí, trabajando el amor como quien cuida una cosecha que vale la pena.

Porque el amor no es eterno por decreto; es eterno por elección.
Y cada día que despierto junto a él, el hasta que la muerte nos separe deja de sonar a promesa y empieza a sentirse como un compromiso sagrado, cotidiano, lleno de humanidad.


🌿 Ritual Weste: Cuidar el vínculo

1️⃣ Esta noche, prepara una copa de vino y un rincón tranquilo.
2️⃣ Escribe en una hoja tres cosas que amas de tu compañero o compañera.
3️⃣ Léelas en voz alta, despacio, como quien reza una gratitud.
4️⃣ Guarda ese papel en un lugar que solo ustedes conozcan.

Afirmación final:
“Hoy elijo cultivar el amor que me eligió.”

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