El Regreso..

Imagen
  💍 EL REGRESO DESPUÉS DEL “SÍ, QUIERO” Domingo Sensorial — Casa Weste Pasadas las maravillosas vacaciones en España y cumplido el sueño de una boda de ensueño, comienza la verdadera historia: el matrimonio . Esa parte que nadie te enseña, donde los días ya no huelen a flores de boda ni a luna de miel, sino a café temprano, cuentas por pagar, ropa húmeda en la lavadora y silencios compartidos. Donde el amor empieza a medirse no en promesas, sino en paciencia. Vivir con alguien no es sencillo. Dos mundos distintos intentando bailar al mismo compás. Manías, gustos, convicciones, hábitos, formas de amar. Dos personas criadas bajo soles distintos intentando compartir un mismo cielo. Y si a eso le sumamos países diferentes, edades, costumbres, e incluso idiomas —porque aunque ambos hablemos español, el castellano y el tico no son lo mismo —, el reto se multiplica. La convivencia se convierte en un arte delicado: encontrar belleza en lo cotidiano, humor en las diferencias, refu...


💫 CUANDO LLEGÓ ÉL

Miércoles de Conciencia — Casa Weste

Las personas siempre queremos sentirnos valoradas.
Luchamos por ser aceptadas, por encajar en un amor que nos vea y nos elija.
No todas, pero muchas —demasiadas— sangramos antes de encontrar la calma de una verdadera pareja.

Hay una gran diferencia entre casarse y estar casado.
El divorcio no solo rompe vínculos: fractura el alma.
Y en medio de las críticas, pocos entienden que separarse no es una decisión ligera; es una batalla interna que se libra durante meses, donde la mente intenta resistir lo inevitable.

Yo ya había pasado por eso.
Varias veces.
Y cuando una mujer acumula finales, la sociedad te coloca una etiqueta cruel: defectuosa.
Porque es más fácil pensar que tú eres el problema, que aceptar que amaste más de lo que debías.

Cansada de esperar ser elegida, tomé mi última fibra de fuerza.
Ayudé al vendedor de sueños a alcanzar el suyo, aun sabiendo que eso lo alejaría de mí.
Ocho meses de traición me habían vaciado, pero aun así lo acompañé en silencio, respirando entre el miedo y la esperanza.
Cuando llegó la hora de su partida, le preparé las maletas, le di mi bendición y, con la voz temblorosa, le dije:
“Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas.”
Él bajó la mirada.
Y yo supe que ese sería mi último regalo: la libertad.
La suya y, sin saberlo, también la mía.

El primer mes después de su partida fue extraño… ligero.
Por fin respiraba sin culpa.
Salí con amigos, volví a cuidarme, a reír, a redescubrirme.
Me convertí en turista de mi propia vida.
Y entonces, apareció Él.
No me buscaba.
Ni yo a él.
Simplemente coincidimos, dos almas exiliadas encontrando refugio en un país ajeno.

Él, un europeo de mirada noble, aún atado a un amor no correspondido.
Yo, una mujer recién emancipada de su tercera ruptura.
Nos unimos a un grupo de viajeros y, sin darnos cuenta, nuestra amistad se volvió complicidad, y la complicidad, deseo.
Las risas eran distintas, las miradas más largas, y el mundo alrededor comenzó a sospechar antes que nosotros.
Nos lo decían con sonrisas maliciosas, pero nosotros insistíamos: solo amigos.
Hasta que una noche, ayudados por la tibieza del vino, dejamos que el cuerpo hablara lo que el alma callaba.

A la mañana siguiente, el miedo apareció.
Temíamos perder la amistad por un amor que ni siquiera sabíamos si queríamos reconocer.
Intentamos fingir normalidad, seguir como si nada.
Pero no se pudo.
Era inevitable.
Nos buscábamos como magnetos, como si nos conociéramos de otra vida.
Nos veíamos a escondidas, dormíamos juntos, pero en la oficina éramos simples colegas.
Era un juego entre lo prohibido y lo puro, una mezcla embriagante de deseo y ternura.

Hasta que un día decidimos dar un paso de fe y mudarnos juntos.
Llegaron las opiniones, los consejos, las advertencias, las bendiciones…
Pero el corazón ya había elegido.
Así, en un pequeño departamento, comenzó la historia que hoy sigo viviendo.

¿Cómo es Él?
Es un amor suave.
Sin prisas.
Nada forzado.
No exige su lugar, lo conoce.
No señala, no compara.
Me conoció rota y se quedó.
Nunca le importó mi pasado, solo mi futuro.
Es el abrazo amigo, la caricia tibia, el beso en la frente y el anillo en mi dedo.
No me ofreció un castillo: lo construyó conmigo.
Hizo de sus brazos un refugio, de su mirada un hogar.
Es niño cuando ríe conmigo y hombre cuando me protege.
Calma mis miedos, comparte mis locuras, me acompaña en dietas, proyectos y sueños.

Con él entendí que el amor no siempre debe doler para sentirse profundo.
Aprendí que la paz también puede ser intensa.
Que la estabilidad no es rutina, sino raíz.
Él es todo lo que no sabía que existía, pero todo lo que necesitaba.

No sé si será un para siempre.
Nadie lo sabe.
Pero cada día le pido a Dios poder mirarme en sus ojos hasta que los míos pierdan la luz.
Porque su amor no se impone, se ofrece.
Y en ese acto sagrado de dar sin exigir, encontré lo que siempre busqué:
un hogar dentro de un corazón.

Juanjo es, simplemente, mi amor.


Ritual Weste: Agradecer al alma compañera

1️⃣ Enciende una vela blanca y colócala frente a una foto juntos.
2️⃣ Escribe tres cosas que admiras profundamente de esa persona.
3️⃣ Léelas en silencio, con una sonrisa.
4️⃣ Cierra los ojos y repite:
“Gracias por existir en mi vida, por sostener mis días y enseñarme que amar también puede ser paz.”




 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Juntando monedas para un sueño

Mi boda en Andalucía

Mi madre no me vio Casarme