El verdadero 50/50


 

💚 EL 50/50 DEL AMOR QUE SOSTIENE

Miércoles de Conciencia — Casa Weste

Crecí en una relación que, durante años, muchos juraron que no debía ser. Mi papá —un hombre de temperamento áspero, exalcohólico, marcado por raíces profundas de abuso— y mi amada mamá, una mujer sumisa que un día se cansó, despertó, y decidió tomar el toro por los cachos. Ella sacó las uñas, la voz y la fuerza; él aprendió a la mala que dos podían jugar ese juego.

Nací en los 80. Época dura. Los gritos, la faja y las obligaciones no nos quebraban: nos hacían anticuerpos. Aclaro: NO justifico la violencia. Solo digo que era lo que había, y uno se adaptaba. Ya de adulto escogías si te ibas por el lado del "pobrecita yo sufrí mucho" o si cambiabas. Pero esa es otra historia.

Mis padres eran una mezcla de tus hijos, mis hijos y la nuestra, que fui yo. Para cuando nací, mi hermanita tenía trece años, así que me tocó otra etapa. Pero por años escuché que mi papá había sido todo un personaje. Con el tiempo, mi mamá se hartó. Le cantó la tabla. Y él, poco a poco, se fue acomodando.

Entre golpe y golpe emocional, pasaron muchos años. Así nació su propio 50/50: ella puso un 50% de paciencia, amor y miedo a fracasar otra vez; y él bajó un 50% a su estupidez. Se enamoró. Se amansó, a su manera. Aún con sus manías, llegaron a la adultez juntos.

Me criaron. Pelearon conmigo en mi adolescencia rebelde. Se acompañaron en los achaques de la edad. Lloraron las vacas flacas. Levantaron negocios que duraban lo que un suspiro. Y así, hombro a hombro, se amaron un día, se odiaron otro, pero siempre con su 50/50 imperfecto.

A los 84 años de mi papá llegó la broma divina: un día nos anunciaron que se casarían. Como adolescentes rebeldes, se fueron a la alcaldía, tomaron a dos testigos, firmaron y salieron convertidos en señor y señora, hasta que la muerte los separara.

Y así fue.

Mi mamá enfermó. Él enfermó. Y un día, finalmente, la muerte los separó.

Desde ese momento, la luz en los ojos de mi papá se apagó. A diario pide estar con ella en el más allá. Espera impaciente ese día. Pero ella —con su carácter de hierro— lo obligó a vivir hasta que Dios quiera.

¿Cómo entiendo yo ese amor? Ellos eligieron. Eligieron amarse a pesar de todo. ¿Por eso duraron tanto? Tal vez sí. ¿Estuvo bien? No lo sé. Ellos fueron uno a su manera, y así fueron felices.

Yo soy más rebelde. Siempre dije que nací para ser feliz, que mi 50/50 debía ser diferente. Me metí en berenjenales que ya muchos conocen. Pero hoy puedo decir que creo haber encontrado mi 50/50.

Un amor que nació de la nada. Que me sorprende. Que me sostiene. Que quiero para envejecer. Al que quiero darle mis días, mis años y mi tiempo. En quien puedo ver mi futuro.

Y espero —con los dedos cruzados del alma— que él quiera lo mismo.


🌿 Ritual Weste: Elige tu 50/50

  1. Escribe dos columnas: lo que tú aportas y lo que deseas recibir.

  2. Observa si lo que das y lo que pides se corresponden.

  3. Piensa en tu historia familiar: ¿qué patrones eliges soltar? ¿cuáles eliges mantener?

  4. Cierra con esta afirmación: “Merezco un amor en equilibrio, donde mi 50 encuentre su 50.”


Cierre romántico

Porque al final, el amor no viene con manual ni con garantías.
No existe una fórmula perfecta, ni un equilibrio universal que aplique para todos.
Cada pareja inventa su propio modo de sostenerse, su propio lenguaje, sus reglas secretas, sus puentes y sus treguas.

Mi madre y mi padre hicieron suyo un 50/50 imperfecto, lleno de tropiezos, silencios y reconciliaciones.
Yo, más terca y rebelde, elegí buscar otro 50/50: uno donde la calma no fuera resignación, donde el amor no doliera más de lo necesario, donde ambas manos aporten, aunque algunas veces una tiemble.

Y si algo he aprendido es esto:
el 50/50 no lo dicta el mundo; lo decidimos nosotros.
Lo dibujamos con nuestras heridas y nuestros sueños,
con lo que sanamos y lo que todavía nos falta.
Lo hacemos real cuando elegimos quedarnos, cuando elegimos hablar, cuando elegimos amar… incluso en los días difíciles.

Porque el amor que dura no es perfecto.
Es elegido.
Es construido.
Es dos personas diciendo en silencio:
“A mi manera, a tu manera… pero juntos.”


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